2.Durante el partido y aprovechando la envergadura física de sus jugadores empiezan a “moler” al rival, pero en forma de evitar tarjetas amarillas o expulsiones. Además son simpáticos, ofrecen disculpas y levantan del piso al jugador averiado y le palmean la espalda. A veces con cierta rudeza y en forma tal de exasperarlo y hacer que cometa tonterías.
3.Hacen gala del mayor respeto hacia el árbitro y “manejan el juego” en cada oportunidad que lo estiman necesario; reclaman en forma ponderada y sin aspavientos. Conocen al revés y al derecho la conveniencia de no “echarse encima la autoridad que controla el partido” Para ellos, la expulsión por reclamar en forma desmedida es sencillamente una estupidez.
4.También son autores de algunas apologías curiosas, tal como aquella que afirma “Que en un partido puede pasar la pelota o el jugador, pero nunca ambos” También se les atribuye otra muy poco humilde, sobre todo cuando han ganado un torneo importante “Pegarle al palo en el arco contrario es mala puntería, Ché”
5.Unido a lo anterior, han creado una mística que se creen a pies juntos, además de símbolos y frases que se prestan para lograr objetivos que no siempre merecen, pero que ayudan a resistir un medio adverso, donde su propia hinchada aparece solo al momento de festejar.
Espero que nuestros jugadores no caigan en trucos que se repiten a través del tiempo y que nuestro público no los anime al pifiar su himno patrio o proceder en un estadio, como si este fuese una plaza de toros. Los más sorprendidos serían los propios uruguayos... en una de esas...
EL TATA LINDO (un patadura que se las sabe por libros)